Buenas Paginativos,
Nuestro presi Carlos Arroyo regresa con sus píldoras. En esta ocasión se aleja de la prosa para imbuirse en los versos.
Los humanos nos enamoramos. En esos días sonreímos continuamente, caminamos sin rozar el suelo, las canciones siempre hablan de nuestro amor, podemos estar toda una tarde mirando nubes y cualquier poesía nos parece bonita. Estos son algunos de los síntomas.
Sin embargo, cuando escribimos poesía no podemos llenarla de palabras abstractas y etéreas como nubes incontrolables. Los poemas tienen que ser cometas. Dejar siempre un cabo atado a tierra, sujeto por la mano del autor, que haga cercana y tangible la composición.
Para eso, ayudan las metáforas. Acercar la lupa a objetos pequeños y cotidianos y que ellos nos hagan ver grandes sentimientos. La poesía se encuentra en los actos más cotidianos porque cargamos de emociones todo lo que hacemos. Pero también porque es fácil que el lector se reconozca en esos actos que realiza a diario.
Ejemplo:
Síndrome (Mario Benedetti)
Todavía tengo casi todos mis dientes
casi todos mis cabellos y poquísimas canas
puedo hacer y deshacer el amor
trepar una escalera de dos en dos
y correr cuarenta metros detrás del ómnibus
o sea que no debería sentirme viejo
pero el grave problema es que antes
no me fijaba en estos detalles.
Benedetti habla de la madurez sin recurrir a términos grandilocuentes e intangibles como fugacidad, transitoriedad, brevedad o caducidad. Suenan muy bien, pero dejan hueco el poema si llenamos la composición de ellos.